A veces estar con un bajón, ya sea de salud o de ánimo, te sirve para evaluar ciertas cosas y poder cerrar o comenzar etapas.
Anoche estaba sentada en el computador mientras mi marido luchaba con mi hijo para que comiera toda su comida, cuando apareció mi hija menor, de dos años, con los guantes puestos en los pies (se había sacado los calcetines) y parecía monito o pinguino caminando divertida. Ella andaba riéndose y mostrando su gracia a todos. Me dio tanto gusto y me di cuenta que en realidad ha crecido tan rápido.
Y pensé en un sueño que tuve siempre antes de enterarme que estaba enferma, que es tener un cuarto y último hijo ahora que los niños tienen edades no tan dispersas y que aun me acompaña algo de salud y de edad. Ahora tengo 34, casi 35, mi enfermedad, a pesar de que no se ha detenido, no ha avanzado tan rápido y mi hija menor este verano ya será una niñita que empieza el jardín, deja los pañales y, por lo tanto, ya no será más una guagua.
Reconozco que la idea me entusiasma y me asusta. Me entusiasma porque amo mi familia y sólo imaginarmela con un miembro más me da las fuerzas para salir adelante con lo que sea. Me gusta porque amo a mis hijos y se que cuando llega otro bebé todo se hace más maravilloso y el cariño se hace cada vez más y más grande.
Pero me asusta por todo lo que tendré que escuchar "del resto del mundo". Ya lo he escuchado ahora, sin siquiera plantearme la posibilidad de otro hijo. Que ya estoy enferma, que nadie sabe como estaré, que puedo tener una recaída grave, que no puedo ser tan irresponsable, y lo que más he escuchado ¡es que ya tengo 3 hijos, para que más!.
Pero como digo, de tener un bebé, sé que tengo que controlarme antes, durante y después del embarazo, interrumpir por unos meses mi tratamiento, probablemente no lo pueda amamantar porque cuando nazca tendré que retomar las inyecciones nuevamente, pero sólo pensar en ponerme a preparar mi cuerpo, mi casa y mi familia para la llegada de otro integrante durante el próximo año, me llena tanto de felicidad que no soy capaz de contener las lágrimas en este momento.
Quizás esté loca, pero eso es lo que realmente quiere mi corazón. Dios, si existes y me escuchas, te pido que me ayudes en el camino de tomar esta decisión... necesito contar contigo... y necesito que quienes me quieren y me apoyan se den cuenta que no es una cosa a la ligera, que es mi vida y que lo único que quiero es ser feliz con mi familia...